
En los últimos años, la salud mental de muchas mujeres migrantes en Estados Unidos ha mostrado un deterioro preocupante. Según un estudio publicado por el Journal of the American Medical Association y citado por medios como El Tiempo y Telemundo, una de cada 12 madres migrantes presentaba síntomas de malestar psicológico en 2023, frente a una de cada 20 en 2016. Esta tendencia nos habla no solo de estadísticas, sino de vidas atravesadas por el miedo, el aislamiento, y la sobrecarga emocional.
Las Raíces del Malestar
Desde la mirada clínica, este fenómeno no puede comprenderse sin considerar el contexto vital de estas mujeres. A continuación, describo algunos factores clave:
1. Barreras lingüísticas y culturales
Muchas mujeres migrantes enfrentan un sistema de salud donde no se habla su idioma ni se comprende su cultura. Esta falta de competencia cultural no solo genera frustración y desconfianza, sino que también puede dar lugar a diagnósticos erróneos o a una atención despersonalizada, lo cual aumenta la sensación de invisibilidad.
2. Miedo y desprotección
El temor a ser deportadas o a que sus familias sufran represalias inhibe la búsqueda de ayuda psicológica. Este clima de inseguridad perpetúa el aislamiento y contribuye a la normalización del sufrimiento.
3. Sobrecarga emocional y económica
Muchas migrantes no solo trabajan largas jornadas en condiciones exigentes, sino que también cuidan de sus hijos, mantienen hogares divididos por fronteras y lidian con traumas migratorios. Es habitual que prioricen el bienestar de sus familias por encima del propio, lo cual las expone al desgaste crónico y a una profunda soledad emocional.
¿Qué podemos hacer desde la psicología?
Como terapeutas, este escenario nos interpela profundamente. Es urgente adoptar enfoques que integren la compasión, el respeto cultural y el empoderamiento. Algunas claves terapéuticas pueden ser:
- Validar la experiencia migratoria como una vivencia compleja, muchas veces heroica, que merece ser reconocida y dignificada.
- Trabajar desde modelos como ACT, que permiten explorar el dolor sin intentar eliminarlo, sino abrazarlo como parte de una vida plena y valiosa.
- Usar herramientas de DBT, en especial las habilidades de regulación emocional, para fortalecer la resiliencia sin invalidar el sufrimiento.
- Ofrecer espacios seguros donde la paciente no tema ser juzgada ni expuesta, y donde pueda construir sentido desde sus valores personales y culturales.
Un enfoque desde los valores
La psicoterapia no debería limitarse a aliviar síntomas. En muchos casos, como el de las mujeres migrantes, se trata de acompañar procesos de reconstrucción de identidad, propósito y conexión. Ayudarlas a reconectar con sus valores —la familia, el coraje, la dignidad, el futuro de sus hijos— puede convertirse en una brújula para salir del laberinto del miedo.
Conclusión
Las mujeres migrantes no están “enfermas”; están resistiendo, adaptándose, sobreviviendo. Su salud mental no es solo una cuestión individual, sino también social, política y cultural. Escucharlas, comprenderlas y acompañarlas terapéuticamente es un acto de justicia y humanidad.
Si eres mujer migrante y atraviesas un momento difícil, recuerda que tu bienestar también importa. La psicoterapia puede ser un espacio seguro para ti.
Jefferson Bastidas
Psicólogo Online